Traduccion de 1917 nº 36, 2014
Las derrotas estratégicas sufridas por el ejército de los EE.UU. en Afganistán e Irak han reforzado la posición de los dirigentes teócratas de Irán, que han ganado un importante aliado en un Irak dominado por los chiítas en su frontera este, a la vez que se incrementa su influencia en Afganistán por el oeste. Alarmados por este avance, Arabia Saudi, Qatar y otros clientes de los EE.UU. entre los emiratos del Golfo Pérsico se han comprometido en un esfuerzo concertado para hacer retroceder a Irán, proporcionando financiación y apoyo logístico a la insurgencia yihadista en Siria, (un aliado clave de Irán), así como en Irak y Líbano. Otros antiguos amigos de Washington en el Oriente Medio, incluyendo a los gobiernos de Jordania, Egipto, Turquía e Israel, también conceden un amplio apoyo a los esfuerzos encabezados por los saudíes.
La política norteamericana en la zona es ambivalente, retorcida y frecuentemente incoherente, mezclando belicosas amenazas con negociaciones diplomáticas tanto con Siria como con Irán. Aprendiendo de los fracasos políticos y económicos de sus antiguos errores, Washington persigue completar la aplicación de poder militar puro con maniobras y alianzas políticas. Indudablemente, esto está en relación con la “fatiga intervencionista” que aqueja a la mayoría de norteamericanos, que se oponen a las caras guerras neocoloniales en el exterior, mientras en el país están en declive los niveles de vida.
Tras una casi intervención en la guerra civil de Siria en Agosto de 2013, los EE.UU. se retiran como parte de un acuerdo auspiciado por Rusia a cambio de la conformidad del gobierno baasista de retirar sus armas químicas. Esto fue seguido de un acuerdo provisional con Teherán de negociar condiciones para el futuro desarrollo del programa de energía nuclear civil de Irán. La política americana en Irán y Siria sigue siendo conflictiva, y se da un debate real en el seno de la clase dirigente norteamericana entre los que abogan por una intervención militar directa y otros que temen el considerable riesgo asociado con tal ataque y ven beneficios sustanciales en llegar a un acuerdo con Irán. Robert Gates, antiguo secretario de defensa en los gobiernos de George W. Bush y de Barack Obama ha afirmado públicamente que en su opinión un ataque contra Irán podría “demostrarse catastrófico, dañándonos durante generaciones en esta parte del mundo” (Virginian-Pilot, 4 de Octubre de 2012).
Lo siguiente es una charla editada y ampliada ofrecida por Tom Riley en un encuentro público de la Tendencia Bolchevique Internacional en Toronto el 4 de Octubre de 2013.
Ha sido un mes de acontecimientos dramáticos en el Oriente Medio. Lo que parecía como una casi segura intervención en la guerra civil de Siria hace unas pocas semanas, parece haberse convertido en un acuerdo ruso-norteamericano para eliminar las armas químicas. El argumento para el proyectado ataque estadounidense fue que el gobierno sirio había usado gas sarin en Ghouta, un suburbio de Damasco el 21 de agosto [de 2013]. Los “rebeldes” que habían sufrido una serie de derrotas a manos del régimen, buscaban obtener una gran ventaja de una intervención militar americana, y hay algunas pruebas de que pudieron ser los responsables del ataque con gas[1].
Mientras no está claro lo que sucedió realmente en Ghouta es obvio que el clamor sobre las armas químicas era esencialmente una tapadera de una intervención militar para sostener a los oponentes de Assad. También es obvio que la oposición de una aplastante mayoría de norteamericanos a una nueva aventura militar en el Oriente Medio fue un importante factor en la decisión de Obama de suspender la amenaza de una campaña de bombardeo. Pese a los frenéticos esfuerzos de los medios informativos para crear miedo ó un “Hitler” de pacotilla, la aguja de la opinión popular no se alteró. Como Abraham Lincoln afirmó en una ocasión “no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo”.
Se habla ahora de un posible deshielo en las relaciones EE.UU.-Irán por primera vez en 35 años (desde la Revolución Islámica de 1978-1979, que derrocó al Sha Reza Pahlevi, un clave aliando norteamericano). Pero a pesar de unas pocas frases conciliatorias, en sus comentarios del 25 de Septiembre [de 2013] en las Naciones Unidas, Obama afirmó claramente: “Los Estados Unidos de América están preparados para usar todos los elementos de nuestro poder, incluyendo la fuerza militar, para asegurar nuestros intereses esenciales en la zona [Oriente Medio]”. Los “intereses esenciales” fueron también enumerados: “Aseguraremos el libre flujo de energía desde esta zona hacia el mundo”. La preocupación sobre el “flujo libre” de energía no ha impedido a los EE.UU. imponer duras sanciones para estrangular las exportaciones iraníes de petróleo, dado que por “libre flujo” Obama quería decir bajo el control del “Mundo Libre”, o sea bajo el control de las corporaciones petrolíferas norteamericanas.
La situación política en Oriente Medio es a la vez complicada y fluida en cierta forma. Hay muchos jugadores, todos persiguiendo diferentes objetivos, y sus alianzas varían a medida que los sucesos se desarrollan. Puede ser muy confuso para cualquiera que espere una narrativa sencilla, en línea recta. Pero adoptando una vista global del desarrollo, “siguiendo la pista del dinero”, se puede distinguir un patrón subyacente.
Desde la exitosa aplicación comercial a la industria del motor de combustión interna hace un siglo, la historia del Oriente Medio ha sido moldeada por la lucha de potencias extranjeras para afianzar su derecho a explotar los vastos recursos energéticos de la zona. Dando forma al Imperio Otomano tras la Primera Guerra mundial, Inglaterra y Francia se cuidaron de diseñar las fronteras de Irak, Siria y Líbano a través de líneas comunes, de forma que fuera mas fácil “dividir y gobernar” sus objetivos coloniales. Década y media mas tarde, en 1933, la creación de Aramco (Compañía de Petróleo Árabe-Americana), en un acuerdo entre un consorcio de las corporaciones petrolíferas norteamericanas y la monarquía saudí, marcó la llegada de los Estados Unidos a la zona como jugador de importancia.
En el amanecer del “Siglo Americano” tras la II Guerra Mundial, un estratega del Departamento de Estado describió el petróleo del Oriente Medio como “una estupenda fuente de poder estratégico, y uno de los mayores premios de la historia mundial” (citado en A Preponderance of Power, de Melvyn Leffler). Esto encapsuló adecuadamente ambas partes de la ecuación—no solo es la riqueza petrolífera del Oriente Medio un “enorme” premio material en sí mismo, sino que la capacidad de los imperialistas británicos y norteamericanos para controlar el acceso a la misma ha proporcionado una “estupenda” ventaja estratégica sobre los rivales potenciales, especialmente Japón y Alemania.
La política norteamericana en Oriente Medio en los años 50 y 60, que fue conformada por la competencia de la Guerra Fría con el estado obrero degenerado soviético, incluía frecuentemente el aplastamiento de movimientos nacionalistas populares de izquierda. Los aliados naturales del “Mundo Libre” en la región tendían a ser monarquías conservadoras e islamistas tradicionalistas. Por norma, los EE.UU. únicamente asumieron una postura “anticolonial” con relación a “liberar” las posesiones británicas y francesas.
En 1951, cuando el primer ministro iraní Mohammad Mossadeq nacionalizó las acciones de Anglo-Iranian Oil (hoy British Petroleum-BP), Washington advirtió a Londres que no interviniera. Sin embargo, Mossadeq pronto cayó en desgracia al rechazar el acceso de las compañías petrolíferas norteamericanas. Los “cambios de régimen” normalmente requieren aliados locales, y el ayatolá Seyyed Abolqassem Kashani, alineado con los Devotos del Islam (un grupo clandestino opuesto al programa de modernización de Mossadeq), jugó un papel clave en el éxito del golpe de 1953 organizado por la CIA, que restauró el poder de la monarquía Pahlevi[2]. Una vez depuesto Mossadeq, se anularon las nacionalizaciones, pero en vez de restaurar un monopolio británico, el 40% del petróleo de Irán fue asignado a empresas norteamericanas[3].
Ese golpe de Estado fue precedido por una intervención menos afortunada en Siria cuatro años antes. El golpe sirio de 1949, que fue el primer intento de la CIA de una intervención para un “cambio de régimen”, fue ocasionado por los planes de Aramco para transportar el petróleo saudí hacia el Mediterráneo a través de un “oleoducto trans-árabe”. Los gobiernos de Jordania y Líbano firmaron, pero los sirios se abstuvieron. Según Douglas Little, los archivos desclasificados muestran que “comenzando el 30 de noviembre de 1948 [el agente de la CIA Stephen] Meade se reunió secretamente con el [Jefe del estado Mayor sirio] Coronel [Husni] Zaim al menos seis veces para discutir la posibilidad (de una) dictadura apoyada por el ejército” (“Cold War and Covert Action”, Middle East Journal, Invierno de 1990).
Zaim ocupo el poder en marzo de 1949 y actuó para aprobar el oleoducto de Aramco y prohibir el Partido Comunista Sirio, antes de que él mismo fuera derrocado unos pocos meses después. Este fue el primero de bastantes intentos fracasados de los EE.UU. para instalar un régimen mas dócil en Damasco, cuyo efecto neto fue empujar a Siria a una alianza cada vez mas estrecha con la URSS. Durante los años 60, los soviéticos ayudaron al adiestramiento del ejército baasista y de los mandos de seguridad bajo Hafez-al-Assad (padre de Bashir), y Rusia quedó como el principal aliado político de Siria hasta la actualidad.
La Revolución Islámica en Irán, que cogió a los EE.UU. por sorpresa, no sólo eliminó al Sha, un importante cliente y representante regional, sino que también expropió las propiedades de las corporaciones norteamericanas. Derrotar a la Revolución Islámica ha sido una prioridad fundamental para los diseñadores de la política norteamericana desde entonces. La hostilidad americana hacia el régimen de Assad, motivada aparentemente por la preocupación humanitaria por los civiles sirios y la rabia ante el supuesto uso de armas químicas, se deriva principalmente del valor estratégico de Siria para la República Islámica de Irán como aliado regional y pasarela para Hezbollah, la resistencia chiita que domina la vida política del Líbano.
Durante los años 80, EE.UU. y sus aliados armaron y financiaron a Saddam Hussein en su guerra de 8 años con Irán. Los EE.UU. (e Inglaterra) proporcionaron a Irak los ingredientes para armas químicas, que fueron usadas en primer lugar contra los iraníes, y posteriormente contra los rebeldes kurdos en el norte de Irak. Años mas tarde, los cínicos imperialistas adujeron la invasión de Irak como necesaria por el uso de las auténticas “armas de destrucción masiva” que ellos mismo habían proporcionado[4].
Tras el final de la Segunda Guerra mundial, unos pocos centenares de veteranos nazis fueron juzgados en Nuremberg por crímenes de guerra, especialmente por “agresión”, es decir, por lanzar ataques sin mediar provocación contra otros países. En el juicio que condenó a algunos de los mas destacados subordinados de Hitler a la horca, este delito fue descrito como “el crimen internacional supremo, diferenciándose de otros crímenes de guerra solamente en que contiene dentro de sí la totalidad de la maldad de los demás”.
Esto fue debidamente incorporado como algo fundamental en la carta de las Naciones Unidas. Pero hoy este “crimen supremo internacional” de agresión sin provocación contra un Estado soberano ha sido redefinido por los ideólogos imperialistas, que ahora afirman que lo que tiene preferencia es una supuesta “responsabilidad de proteger”. Realmente irónico, este es el principio invocado por Hitler en 1938 para justificar la anexión de los Sudetes, el primer paso en la invasión de Checoslovaquia. La “responsabilidad para proteger” proporciona una suficientemente amplia justificación para que las potencias imperialistas agredan a Estados mas débiles cuando les convenga, aunque desde luego esta “responsabilidad” se invoca muy selectivamente. La ofensa que los políticos occidental manifiestan respecto al destino de los disidentes sirios o iraníes no se extiende a la víctimas palestinas del apartheid israelí, o a los manifestante chiítas tiroteados en Bahrein, o a las víctimas de violaciones en Arabia Saudí castigadas por “no ser modestas”.
La doctrina de la “responsabilidad para proteger” es una variante del imperialista y tradicional “derecho al saqueo” donde y cuando les venga bien. Es una consecuencia directa de la destrucción del estado obrero degenerado soviético que, durante la Guerra Fría, sirvió como un poderoso contrapeso global al imperialismo. El triunfo de la contrarrevolución capitalista, que produjo el desplome de la esperanza y de los niveles de vida en el antiguo bloque soviético, facilitó una creciente desigualdad en los países capitalistas “avanzados”, abriendo la puerta a una ola de ataques contra los regímenes neocoloniales “traidores” anteriormente alineados con la URSS. El primero de estos ataques fue la “Tormenta del desierto” en 1991, invadiendo Irak.
En 2007, el anterior Comandante Supremo de la OTAN, Wesley Clark dio un discurso en el que recordó una conversación en 1991 con el entonces subsecretario de Defensa, Paul Wolfowitz, quién sacó la siguiente lección de “Tormenta del desierto”:
“Aprendimos que podemos usar nuestro fuerza militar en la zona, en el Oriente Medio, y que los soviéticos no nos detendrían”, comentó. “Y tenemos entre cinco y diez años para limpiar estos antiguos aliados de la URSS—Siria, Irán, Irak—antes de que la próxima superpotencia llegue a desafiarnos.”
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En 2001, la “limpieza” había aumentado a siete, como Clark recordaba en su libro de 2003 Ganando las guerras modernas:
“En una visita que hice al Pentágono en Noviembre de 2001, uno de los militares del estado Mayor tuvo tiempo para una charla. Si, estábamos todavía preparándonos para atacar a Irak, dijo. Pero había más. Esto se consideraba como parte de un plan de cinco años, dijo, y había un total de siete países, empezando con Irak, después Siria, Líbano, Libia, Irán, Somalia y Sudán.”
Hasta ahora, dos países en la lista (Irak y Libia) han sido víctimas de los horrores “de la intervención militar imperialista de tipo “humanitario”. En los dos casos, sus infraestructuras sociales y económicas han sido seriamente dañadas con consecuencias devastadoras para millones de civiles. Siria, que ha estado en el punto de mira del Pentágono desde 1991 por lo menos, iba a ser el tercero de la serie[5].
En 2006, cuando Israel invadió Líbano en un intento fracasado para golpear a Hezbollah, el Jerusalem Post (30 Julio de 2006), informó de que Tel Aviv estaba “recibiendo indicaciones desde los Estados Unidos de que estarían interesados en ver a Israel atacar a Siria”. Los israelíes, que ya estaban ocupados, rechazaron la idea, y algunos lo describieron como “una chifladura”. De hecho tras retirarse del Líbano, los ministros israelíes de seguridad y de defensa propusieron conversaciones de paz con Siria. Esto no fue bien recibido en Washington:
“cuando los funcionarios israelíes preguntaron a la Secretaria de estado Condoleezza Rice sobre la continuidad de las conversaciones exploratorias con Siria, su respuesta, según el periódico israelí Haaretz, fue “ni lo piensen”.
(Foreign Policy in Focus, 1 de Mayo 2007)
La clase dirigente israelí, que en general es favorable a un ataque militar de los EE.UU. contra Irán, es mucho menos entusiasta sobre derrocar a Assad, lo que podría convertir a Siria en un “centro del yihadismo internacional”, como Aviv Kochavi, director de la agencia de inteligencia israelí afirmó (Haaretz, 24 de Julio de 2013). Michael Morell, jubilado director de la CIA expresó las mismas preocupaciones, y en una entrevista con el Wall Street Journal (6 de Agosto de 2013) “avisó de que la mezcla volátil del extremismo de Al Qaeda junto con la guerra civil plantea la mayor amenaza a la seguridad nacional de los EE.UU.”
El “extremismo de Al Qaeda” comenzó a principios de los años 80 como un proyecto conjunto entre Washington y Riyadh para entrenar, equipar y transportar una legión extranjera de yihadistas para combatir a los soviéticos y sus aliados nacionalistas de izquierda en Afganistán. Entre los primeros reclutados en este proyecto figuraba un rico joven llamado Osama bin Laden, el futuro líder de Al Qaeda.
La conquista en 2003 de Irak tenía como objetivo establecer un control militar directo de Oriente Medio, por parte de EE.UU. Era una apuesta arriesgada y, desde luego, sus consecuencias fueron espectaculares. Al destruir el único ejército árabe en la zona que estaba a la altura de Irán—principal obstáculo para la dominación americana de Oriente Medio—, los estrategas del Pentágono suponían que la mayoría chiíta de Irak, durante largo tiempo oprimidos por el régimen sunnita de Saddam Hussein, les daría la bienvenida y rápidamente se alistarían como soldados rasos. Por el contrario, el liderazgo chiíta de Irak escogió el acercamiento a la vecina República Islámica de Irán.
Desde 2003 a 2006, la ocupación norteamericana se enfrentó a una furiosa y efectiva resistencia militar de los sunníes, tanto nacionalistas laicos del Baath como yihadies islamistas. También se enfrentaron a importantes elementos de la mayoría chiíta, en particular los seguidores de Muqtada al-Sadr, un clérigo militante cuya visión de la “Democracia Islámica” no incluía la colaboración con los ocupantes. En Abril 2004, cuando los marines USA asaltaron Faluya, el centro de la resistencia sunita, el ejército Mahdi de al-Sadr se enfrentó a las fuerzas de ocupación en el sur, mientras otros militantes chiítas viajaron a Faluya para ayudar a los luchadores sunníes. La solidaridad por encima de las divisiones religiosas produjo consternación en los mandos norteamericanos, que habían confiado en una estrategia de “dividir y vencer”:
“La situación en Faluya representa un nuevo nivel de cooperación chiíta-sunita que no se ha dado antes durante el año de ocupación, ni tal vez en la moderna historia de Irak…. Cuando los soldados americanos invadieron el país hace un año, prevenir una guerra civil entre chiítas, que constituyen la mayoría y los sunnis, que controlaban el poder, era una de las principales preocupaciones de la administración Bush.
“Pero ahora que la resistencia se enciende, extendiéndose de una ciudad a otra, los sunitas y los chiítas están actuando juntos. Los mandos militares americanos dicen que han estado vigilándolo de cerca.
“El peligro es que creemos que hay un vínculo que puede estar dándose a niveles de base entre sunníes y chiítas. El general Ricardo Sánchez, comandante de las fuerzas de ocupación, dijo hoy que ‘tenemos que trabajar duramente para asegurar que esa alianza no pasa del nivel táctico’.
(New York Times, 8 April 2004)
Tras bastantes años de intentos fracasados de vencer una empecinada resistencia sunita, los estrategas USA, alarmados por la creciente influencia iraní en la región procedieron a dar un brusco giro de 180 grados, como el veterano periodista Seymour Hersh describió:
“Para minar a Irán, predominantemente chiíta, la administración Bush ha decidido, en efecto, reconfigurar sus prioridades en el Oriente Medio. En el Líbano, la administración ha cooperado con el gobierno de Arabia Saudí, que es sunita, en operaciones clandestinas dirigidas a debilitar a Hezbollah, la organización chiíta respaldada por Irán. Los EE.UU. también han tomado parte en operaciones contra Irán y su aliado Siria. Una consecuencia secundaria de estas actividades ha sido el refuerzo de grupos extremistas sunníes que mantienen una visión militante del Islam y son hostiles hacia América y simpatizan con Al Qaeda.
“Un aspecto contradictorio de la nueva estrategia es que, en Irak, la mayoría de la violencia insurgente contra el ejército norteamericano ha procedido de fuerzas sunníes, y no de los chiítas. Pero, desde la perspectiva de la administración, la mas profunda—y no deseada—consecuencia estratégica de la guerra de Irak es el fortalecimiento de Irán”.
(New Yorker, 5 Marzo de 2007)
Los sauditas fueron los encargados de los detalles prácticos de ese giro. Esto produjo una “plausible negación” tanto para el Pentágono como para los santos guerreros, ninguno de los cuales podía permitirse ser visto colaborando con los otros[6].
Como siempre, Washington fur asistido en sus esfuerzos clandestinos contra Teherán y Damasco por su fiel escudero británico. El 13 de junio, Roland Dumas, antiguo ministro de Exteriores de Francia, dijo a los entrevistadores de la televisión francesa que había sido informado de que en 2009 Inglaterra estaba entrenando luchadores sirios:
“Fui a Inglaterra casi dos años antes del inicio de hostilidades en Siria. Estaba por casualidad, no por nada relacionado con Siria. Los funcionarios británicos, entre ellos algunos amigos míos, confesaron mientras intentaban convencerme, de que se estaba preparando algo en secreto en Siria. Esto sucedía en Inglaterra, no en los EE.UU. Inglaterra estaba preparando pistoleros para invadir Siria….
“Solo tengo que decir que esta operación se remonta a tiempo atrás. Se preparó, se concibió y planeó….con el objetivo de derribar el gobierno sirio.”
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La guerra civil en Siria, en marcha desde hace dos años y medio, comienza con la represión llevada a cabo por el régimen de Assad contra jóvenes manifestantes que buscaban imitar a sus colegas en Túnez y Egipto, en donde la “primavera árabe” de 2011 destituyó a dictadores prooccidentales. Similares protestas ocurrieron a lo largo de la región, aunque los medios demostraron poca curiosidad sobre la causa de que manifestaciones políticas no violentas desembocaran en sangrientos conflictos en la lista que tenía el Pentágono de “regímenes a cambiar”. Las respuestas iniciales a las protestas en Libia y en Siria fueron más limitadas que en Bahrein, la monarquía en el Golfo sede de la Quinta Flota norteamericana. En todos los casos, los manifestantes fueron tiroteados y los organizadores capturados por los servicios de seguridad, torturados y asesinados; pero esto es solo la normalidad cotidiana en las dictaduras neocoloniales. Los medios de información occidentales pusieron mucho más énfasis informativo en el comportamiento de unos países que en el de otros. En Siria, los dirigentes baasistas fueron repetidamente denunciados por “la masacre de su propio pueblo.” Peter Certo, editor de la publicación Foreign Policy in Focus, comentaba:
“El régimen de Assad es seguramente brutal, pero no nos equivoquemos: esto es una guerra civil, no una matanza unilateral. A principios de este verano el Observatorio Sirio de Derechos Humanos [anti-régimen] estimaba que el 43% de los 100.000 sirios que se calculan han muerto en este conflicto luchaban a favor de Assad, superando las estimaciones tanto para no combatientes como para las fuerzas anti-régimen.”
(6 de Septiembre de 2013)
La prensa burguesa ha ignorado también de forma rutinaria el hecho que de las raíces del conflicto en Siria se remontan por lo menos a medio siglo atrás. Durante los años 60, las protestas masivas de los Hermanos Musulmanes desafiaron el régimen baasista “ateo” y sus políticas “socialistas”, especialmente la separación de la mezquita y el estado. A finales de los años 70 esto evolucionó hacia una guerra de guerrillas entre los luchadores muyaidines islamistas y el ejército sirio (y sus consejeros soviéticos). Finalmente la rebelión fue brutalmente aplastada (entre seis mil y veinte mil civiles fueron muertos en l centro rebelde de Hama en 1982). La Hermandad pasó a la clandestinidad y sus líderes obligados al exilio hasta la “Primavera árabe” de 2011[7], cuando reaparecieron como el núcleo Consejo Nacional Sirio, en su mayoría fuera del país y abiertamente proimperialistas. El C.N.S. estaba apoyado por los Estados Unidos y sus “Amigos de Siria” (grupo que forman Turquía, varias monarquías del Golfo y antiguas potencias coloniales)[8].
En Siria, como en Libia, la mayoría del apoyo financiero y logístico de los insurgentes islamistas ha sido coordinado por los aliados de estados Unidos, especialmente Qatar y Arabia Saudí, con la ayuda de Turquía[9]. Rusia está poyando al régimen con municiones y apoyo político. Assad también dispone de una significante asistencia de los aliados chiítas en Irak y en Irán, así como del Hezbollah del Líbano. A pesar de la importante intervención extranjera, el actual conflicto de Siria continua siendo esencialmente una lucha de poder entre el régimen baasista y una mezcla de formaciones opositoras entre las que los grupos islamistas han ido alcanzado ascendencia. Hoy, solamente una “pequeña minoría” de los aproximadamente 100.000 luchadores rebeldes son no religiosos:
“El nuevo estudio de IHS Jane, una consultoría de defensa, calcula que hay alrededor de 10.000 yihadistas—incluyendo luchadores extranjeros—luchando en poderosas facciones ligadas a al-Qaeda.
“Otros 30.000 o 35.000 son islamistas de la línea dura que comparten mucho de la visión de los yihadistas, pero que están centrados estrictamente en la guerra siria y no en una amplia lucha internacional.
“Hay también al menos otros 30.000 moderados pertenecientes a grupos que tienen un carácter islámico, lo que significa que solo una pequeña minoría de los rebeldes están ligados a grupos seculares o puramente nacionalistas.”
(Telegraph, Londres, 15 de Septiembre de 2013)
La guerra civil siria tiene también un importante elemento étnico, apoyando los sunníes rurales y de los suburbios a los rebeldes, mientras el régimen baasista está apoyado por la minoría chiíta alauita (en la que son reclutados la mayoría de los cuadros claves del ejercito y del aparato de seguridad) así como por la predominantemente urbana capa sunnita dedicada a los negocios. Los cristianos y la mayoría del resto de la veintena de minorías religiosas y étnicas de Siria son en general más favorables al régimen que a la oposición. En diciembre de 2011, unos encuestadores qataríes que efectuaron la última encuesta de opinión pública encontraron un sorprendente 55% de la población contraria a la salida de Assad. Esto no era tanto el reflejo de un apoyo a la dictadura baasista sino más bien el temor a que un régimen islamista sunní sería peor.
Muchos de los grupos seculares que participaron en las primeras manifestaciones de marzo de 2011 se alineaban con el Comité Nacional de Coordinación para el Cambio Democrático, más que con el Consejo Nacional Sirio. El Comité Nacional, que parece haber sido muy eclipsado por la guerra civil, se distinguía principalmente del Consejo Nacional Sirio por su férrea oposición a cualquier intervención militar y a su política de buscar concesiones del Estado baasista mediante negociaciones, en vez de con enfrentamientos militares.
La Conferencia de marzo de 2012 de los “Amigos de Siria” en Estambul eligió al Consejo Nacional Sirio como el representante “legítimo” del pueblo sirio, pero esto no cambió el hecho de que no contaba con base popular. Siete meses después, los “Amigos de Siria” celebraron otra conferencia, a petición de la Secretaria de Estado estadounidense Hillary Clinton. El objetivo de este evento, celebrado en Qatar, era el intento de muñir juntos una marioneta más viable:
“La señora Clinton comentó que había estado profundamente comprometida en planear el encuentro, incluyendo la recomendación de individuos y organizaciones a incluir en una nueva estructura de liderazgo.
“Hemos dejado claro que el Consejo Nacional Sirio ya no puede ser contemplado como el líder visible de la oposición’, dijo Clinton. ‘Puede participar’, añadió, ‘pero esta oposición tiene que incluir gente del interior de Siria y otros con una legítima voz que necesita ser oída’ ”
…
“Desde el principio, el consejo fue visto como el principal medio de los Hermanos Musulmanes, largo tiempo en el exilio, respaldado por Turquía, y Clinton afirmó que no era suficientemente inclusivo y sí demasiado acomodaticio para el extremismo.
“‘Debe de existir una estructura de dirección de la oposición que esté dedicada a representar y proteger a todos los sirios’, dijo. ‘Y también necesitamos una oposición que asegure oponerse a los esfuerzos de los extremistas para infiltrarse en la revolución siria.’”
(New York Times, 1 de Noviembre de 2012)
La visión del Departamento de Estado norteamericano concediendo certificados de legitimidad revolucionaria es ciertamente grotesca. Pero las preocupaciones de Hillary Clinton respecto a los islamistas “apropiándose de la revolución siria” son repetidas por muchas organizaciones autoproclamadas marxistas que han quitado importancia al papel de los yihadistas, durante los pasados años, insistiendo en que algún tipo de “proceso revolucionario” estaba en marcha.
El Departamento de Estado rebautizó al Consejo Nacional Sirio como “Coalición Nacional de Revolucionarios Sirios y Fuerzas de Oposición,” la misma marioneta imperialista, y tan irrelevante como su predecesor. A medida que el régimen de Assad y sus aliados conseguían la ventaja militar el pasado verano de 2013, el bloque de fuerzas opositoras empezó a resquebrajarse, con los yihadistas del núcleo duro, que han llevado la mayor parte de la lucha, volviéndose contra sus menos devotos compañeros, mientras algunas unidades del Ejército Sirio Libre comenzaban a negociar con el régimen.
Una cuestión esencial tras el conflicto sirio y que raramente se menciona en los medios de prensa occidentales es la lucha sobre los recursos de energía y, especialmente, sobre las vías de oleoductos que suministran a la Unión Europea. Los recientes descubrimientos de gas natural en la región (incluyendo en Siria, no lejos de la instalaciones navales rusas de Tartus) han agudizado la competencia. El más importante es el gigantesco campo de South Pars, al sur del Golfo Pérsico entre Qatar e Irán. Los planes para construir una conducción (denominada Nabuco o gaseoducto Turquía-Austria) para transportar gas desde Turquía a través de Bulgaria, Rumania y Hungría hasta Austria para su distribución a otros destinos de la Unión Europea fueron archivados cuando los Estados Unidos perdieron el control de Bagdad. No era simplemente un acuerdo comercial, y perseguía también reducir la dependencia europea de la energía rusa. Ahora hay un proyecto para recuperar el proyecto Nabuco para llevar gas qatarí desde el campo South Pars. El inconveniente es que necesariamente tiene que atravesar Siria. El Instituto de India para Estudios de Defensa y Análisis informaba:
“En 2009, durante la visita del emir qatarí Hamad bin Thani a Turquía, se acordó construir un gaseoducto y conectarle con el Nabuco en Turquía. Tiene su inicio en Qatar y pasa a través de Arabia Saudí, Jordania y Siria llegando a Turquía. Los mercados europeos compartirían los recursos con una insaciable Turquía”
(“The Great Gas Game Over Syria,” Gulshan Dietl, 9 de Septiembre de 2013)
Pero el régimen de Assad rehusó cooperar:
“En 2009, el mismo año en que el exministro francés de Exteriores Dumas afirma que los ingleses comenzaron a planificar operaciones en Siria, Assad rehusó firmar una propuesta de acuerdo con Qatar que establecería un gaseoducto desde el campo North de estos últimos, contiguo al campo South Pars de Irán, a través de Arabia Saudí, Jordania, Siria y Turquía, con vistas a atender los mercados europeos, aunque evitando esencialmente Rusia. El argumento de Assad fue ‘proteger los intereses de [su] aliado ruso, primer suministrador de gas natural a Europa.’
“Por el contrario, al año siguiente Assad inició negociaciones para una gaseoducto alternativo de 10.000 millones de dólares con Irán, a través de Irak y Siria, que permitiría potencialmente a Irán suministrar gas a Europa desde el campo South Pars compartido con Qatar. El Memorándum de Aceptación para el proyecto fue firmado en julio de 2012, cuando la guerra civil siria se estaba extendiendo a Damasco y Aleppo, y a principios de este año Irak firmó un acuerdo marco para la construcción de gaseoductos.
“El gaseoducto Irán-Irak-Siria fue una bofetada directa a los planes de Qatar.”
(Guardian, 30 de Agosto de 2013)
El proyectado gaseoducto (en cuya construcción participaría el gigante ruso de la energía Gazprom) sería considerablemente mas barato de construir que su rival Nabuco, debido a que su recorrido es mas corto a través de un terreno mucho menos difícil (siendo Turquía extremadamente montañosa). Como el estudio de IDSA reflejaba, la viabilidad de cada gaseoducto depende del resultado del conflicto sirio:
“Incluso a pesar de que la ruta siria es la lógica en una situación normal [sic], las circunstancias políticas son totalmente desfavorables actualmente. Tanto Siria como Irán están sufriendo sanciones eliminando la posibilidad de financiación externa. La guerra civil en Siria descarta la construcción del gaseoducto en una amplia área durante muchos años.”
Los estrategas norteamericanos han promocionado el proyecto Nabuco como una manera de liberar a la Unión Europea de la dependencia de Moscú, pero a algunos capitalistas europeos no les entusiasma la idea de pagar a intermediarios norteamericanos para acceder a la energía de Oriente Medio cuando pueden tratar directamente con los proveedores.
La guerra civil siria tiene importantes implicaciones geopolíticas. La Unión Europea recibe una cuarta parte de su energía de Rusia; si el proyectado gaseoducto desde Irán se hiciera realidad, las corporaciones estadounidenses se verían ahogadas. Una integración económica entre Alemania y Rusia (con sus vínculos con Irán, Irak y Siria) resultaría razonablemente en un desplazamiento del equilibro del poder en Eurasia.
La tendencia de la prensa alemana a informar sobre hechos del conflicto sirio considerados “no apropiados para difundir” por los medios en Norteamérica refleja la independencia de Berlín sobre Washington. En 2003 el imperialismo alemán se opuso a la invasión estadounidense de Irak, y en 2011 se unió a Rusia y a China absteniéndose en el apoyo del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas al bombardeo de Libia por parte de la OTAN. Berlín aún se alinea con Washington en la mayoría de las cuestiones, en tanto que EE.UU., en declive, continúa manteniendo la hegemonía global.
Los marxistas actúan como memoria histórica de la clase trabajadora y de los oprimidos. En los siglos pasados se han dado incontables intervenciones en países más atrasados por parte de las potencias capitalistas “avanzadas”. Son invariablemente descritas como motivadas por el altruismo para compartir los beneficios de la civilización, o para salvar almas, o, en la actualidad, para liberar a las víctimas de un régimen asesino. Pero bajo la cobertura de estas historias “humanitarias”, las potencias imperialistas siempre ejecutan sus planes económicos y geopolíticos. Esta es la causa, en todos los casos y sin excepción, de que los revolucionarios se alíen en lo militar con cualquier elemento nativo en los países neocoloniales que se enfrentan a las intervenciones imperialistas, independientemente de lo reaccionarios que puedan ser.
Cuando la Yihad islámica voló los cuarteles de los marines USA y de las “fuerzas de paz” de la Legión Extranjera francesa en Beirut en 1983, caracterizamos el hecho como justificado golpe contra la ocupación colonial. Consideramos que los destacamentos imperialistas tenían que ser expulsados por “todos los medios necesarios”, lo que no excluye camiones bomba. Esta postura fue agudamente enfrentada por la mayoritaria izquierda reformista, así como por los revolucionarios seudo izquierdistas de la Liga Espartaquista, que expresaron su preocupación por la suerte de los pistoleros imperialistas.
En el actual conflicto sirio, los revolucionarios no tienen bando. No se da, al menos todavía, una intervención militar imperialista directa, y la clase trabajadora no tiene ningún motivo para favorecer la victoria de la brutal dictadura baasista, ó de los diversos disidentes proimperialistas y reaccionarios teocráticos en el otro lado. Muchos en la izquierda niegan el carácter de la oposición a Assad, y hablan de ello como si “los rebeldes”, a pesar de unos pocos detalles sombríos, representaran alguna especie de dinámica “revolucionaria” innata. La mayoría de esta misma gente mantuvo mas o menos la misma posición en 2011 sobre los opositores al líder libio Muammar Gaddafi, que eran apoyados por las potencias imperialista (ver “Libya and the Left,” 1917, nº 34). Las fuerzas de Gaddafi fueron minadas por la campaña de bombardeos “humanitarios” de la OTAN, que destruyó mucho de la infraestructura social y económica de Libia, causando un descenso de pesadilla al caos y a la miseria. Cuando los imperialistas intervinieron en Libia, el marxismo se alineó con el régimen en el aspecto militar contra los autores del bombardeo del terror y sus aliados, mientras mantenían de forma intransigente su oposición política a la dictadura de Gaddafi. En la actualidad, defendemos de manera incondicional a Irán y a Siria contra la intervención militar imperialista, sin apoyar de ninguna manera el papel de los ayatollas en Teherán ó los carniceros baasistas en Damasco. No hay nada nuevo u original en esta posición, es la política que fue claramente explicada hace casi un siglo por la Internacional Comunista en su período revolucionario bajo Lenin y Trotsky.
Pese a vivir en países que poseen la mayoría de las reservas conocidas de petróleo y de gas natural del planeta, extremadamente valiosas y mercancías esenciales en la economía de hoy, los pueblos de Oriente Medio, junto a sus equivalentes en otros países “subdesarrollados”, se ven condenados a vidas de miseria e interminable opresión mediante la lógica de la maximización del beneficio que inspira el capitalismo global. Existen bolsas de industria avanzada, especialmente en el sector energético ampliamente en manos extranjeras, pero también en las factorías automovilísticas turcas y en las textiles egipcias. Pero la región está en su conjunto marcada por la pobreza, el desempleo y el atraso económico. Esto es lo que León Trotsky definía como “desarrollo combinado y desigual”, con medios de producción modernos al lado de una producción campesina rural que no ha cambiado en siglos.
La propuesta teórica central de la revolución permanente de Trotsky es que el camino del desarrollo económico para países capitalistas semicoloniales ó dependientes, bloqueado por la dominación imperialista solo puede ser abierto a través de la revolución social:
“Respecto a los países con un desarrollo burgués atrasado, especialmente los países coloniales y semicoloniales, la teoría de la revolución permanente significa que la solución completa y auténtica a sus tareas de conseguir la democracia y la emancipación nacional solo se concibe mediante la dictadura del proletariado como líder de la nación oprimida, y principalmente de sus masas campesinas.”
(La revolución permanente, 1931)
Esta perspectiva era categóricamente opuesta a la mantenida por la facción burocrática identificada con José Stalin quién, en 1925, propuso que el deber de los revolucionarios en los países coloniales y semicoloniales era forjar un “bloque revolucionario” con el ala supuestamente “progresista” de los capitalistas:
“En países como Egipto o China en donde la burguesía nacional está ya dividida en un partido revolucionario y un partido negociador, pero en donde la sección negociadora de la burguesía no puede aún identificarse con el imperialismo….los comunistas deben pasar de la política de un frente nacional unido a la política de un bloque revolucionario de trabajadores y pequeña burguesía. En tales países este bloque puede asumir la forma de un único partido de trabajadores y campesinos como el Kuomitang….”
(mencionado en Communism and Nationalism in the Middle East, de Walter Laqueur)
La política de Stalin de unidad con la burguesía dio como resultado la decapitación del Partido Comunista chino dos años mas tarde a manos del “único partido de trabajadores y campesinos”, a cuyos miembros el Kremlin había ordenado jurarle fidelidad. Esta misma política provocó resultados similares en el Medio Oriente.
Durante décadas, el Estado obrero degenerado soviético sirvió de contrapeso para poner límites a las depredaciones de los norteamericanos y otros imperialistas en Oriente Medio. Junto con el papel central jugado por los militantes comunistas indígenas en la lucha contra el imperialismo, esto significaba que en los años 50 los partidos alineados con Moscú en cierto número de países estratégicos de la región habían ganado una extensa base de clase obrera y un importante seguimiento entre las minorías oprimidas nacionalistas y religiosas. La gobernante casta estalinista en el Kremlin, parásita y contrarrevolucionaria, abusó cínicamente de esta confianza en la vana esperanza de asegurar una “coexistencia pacífica” a largo plazo con el imperialismo. Cuando surgieron una serie de oportunidades potencialmente revolucionarias en Siria, Egipto, Irak e Irán, los partidos comunistas, actuando bajo instrucciones directas del Kremlin, buscaron desviar los poderosos levantamientos de los trabajadores hacia el apoyo a las burguesías nacionalistas “anti-imperialistas”, como Gamal Abdel Nasser en Egipto o Mohammad Mossadeq en Irán. En todos los casos, una vez recuperado el orden, los “demonios menores” bonapartistas pequeño-burgueses se dirigieron contra los movimientos obreros y de izquierda.
Las consecuencias desastrosas de la subordinación a los dirigentes “progresistas” nacionalistas árabes desacreditaron el marxismo (con el que se identificaba erróneamente al estalinismo) y prepararon el camino para el surgimiento de la reacción étnica y religiosa que hoy estamos viendo a través de Oriente Medio. A los ojos de millones de víctimas del capitalismo global, los yihadistas islámicos parecen ser la única oposición seria a las dictaduras opresivas y a sus dueños imperialistas.
Las traiciones estalinistas han transcurrido de forma paralela a disposición de las principales tendencias trotskistas a apuntarse a una “dinámica objetivamente progresista” de cualquier cosa que fuera popular en el momento. En los años 70 esto significó una aceptación de la Revolución islámica del ayatolá Jomeini, y el apoyo a los muyaidines afganos organizados por la CIA como “luchadores por la libertad”. Mas recientemente, estas mismas corrientes políticas han saludado a los Hermanos Musulmanes egipcios, a los diversos rebeldes sirios y a los aliados libios de la OTAN como “revolucionarios”.
La ausencia de cualquier cosa ni mínimamente parecida a una dirección revolucionaria no significa que la lógica de la lucha de clases haya dejado de funcionar. Los medios capitalistas destacaron el papel de los jóvenes conectándose a través de las redes sociales en las protestas de 2011 en la Plaza Tahrir que derrocaron de forma espectacular a Hosni Mubarak, un agente clave del imperialismo en Oriente Medio. Pero estos sucesos estaban decisivamente condicionados por siete años de luchas obreras contra la subida de los precios de los alimentos, una grotesca desigualdad social y un régimen corrupto y sobornable:
“Durante los primeros cuatro años de la actual ola de huelgas [2004-2008], tuvieron lugar mas de 1900 huelgas y aproximadamente participaron 1.700.000 trabajadores.
“Como decía un trabajador de una compañía de fertilizantes, el efecto de ir a la huelga era convencer al empleador ‘de que era una compañía con seres humanos trabajando en ella. En el pasado, nos trataban como si no fuéramos seres humanos.’
“Las huelgas comenzaron en los sectores de ropa y textil, y se extendieron a los trabajadores de la construcción, del transporte, de la industria alimentaria, e incluso a los trabajadores del metro de El Cairo. La mayor y mas importante fue la de 2006 en MISR Spinning and Waving, compañía que emplea a unos 25.000 trabajadores.”
(Guardian, 10 de Febrero 2011)
En 2008, los trabajadores de MISR dirigieron una revuelta en la ciudad industrial de Mahala contra los programas de austeridad del FMI aprobados por la dictadura de Mubarak:
“Las fuerzas de seguridad aplastaron el levantamiento en dos días, dejando al menos tres muertos y centenares de detenidos y torturados. Las escenas de lo que se conoció como la ‘intifada de Mahala’ pudieron haber sido un ensayo para lo que sucedió en 2011, con los manifestantes derribando imágenes de Mubarak, combatiendo a las fuerzas de policía en las calles, y desafiando los símbolos del odiado Partido Democrático Nacional. Poco después, una revuelta parecida tuvo lugar en la ciudad de el-Borollos, al norte del delta del Nilo.”
(Guardian, 2 de Marzo 2011)
El temor al aumento de estas luchas a una escala mucho mayor es la razón por la que el ejercito egipcio optó por deponer a Mubarak, en vez de reprimir violentamente las protesta en la plaza Tahrir.
Tanto en Egipto como en esa área geográfica se requiere la creación de un liderazgo dentro de la clase obrera, con un programa que conecte las necesidades inmediatas de las masas por alimentos, vivienda y trabajo estable con la necesidad de expropiar la propiedad capitalista, tanto extranjera como nacional. La clase obrera tiene tanto el interés histórico como el poder (mediante su papel central en la producción y la distribución de mercancías) para subvertir el sistema de producción para ganar dinero.
Una ruptura revolucionaria en un país de Oriente Medio encontraría un enorme entusiasmo de los trabajadores de todo el mundo musulmán. Una clase victoriosa en un país buscaría galvanizar este apoyo declarando su compromiso para establecer una Federación socialista en Oriente Medio, y dando pasos inmediatos para revertir décadas de “divide y vencerás” imperialista y de conflictos étnicos, asegurando la total igualdad de todas las nacionalidades y todas las religiones. Un partido revolucionario de trabajadores abanderaría la lucha por todos los derechos de las mujeres, los LGTB y todas las minorías nacionales y religiosas, a la vez que mantendría la total separación de las funciones estatales de cualquier tipo de afiliación religiosa. Solo mediante la dirección de una clase proletaria consciente es posible imaginar una solución equitativa de muchos resentimientos históricos y conflictos, en el complejo mosaico de pueblos de la zona—kurdos, turcos, chiítas, sunníes, drusos, maronitas, coptos, palestinos y judíos israelíes, entre otros.
Los actuales ataques contra salarios, pensiones, servicios sociales y derechos democráticos en los centros imperialistas apuntan a los intereses objetivos comunes de la inmensa mayoría de la humanidad, tanto en los países desarrollados como atrasados, es derrocar el sistema de explotación y opresión conocido como capitalismo. Por poderosos y omnipotentes que los depredadores globales puedan ser, la comunalidad de intereses de sus víctimas respalda la realidad de que, en un sentido estratégico, la posición de los explotadores está lejos de ser segura. La acumulación y la intensificación de las tensiones sociales en la economía del mundo capitalista aumenta la probabilidad del surgimiento de una lucha social en un país que sintonice con otros eslabones de la cadena global, incluyendo, eventualmente, incluso capas políticamente atrasadas, sobre cuya incuestionable sumisión descansa la estabilidad de todo el edificio. La administración Obama fue incapaz de vender al pueblo americano la idea de atacar a Siria, que están, en su conjunto, entre los más atrasados políticamente entre los principales países imperialistas.
La clave para desencadenar una revuelta masiva contra la amenaza a la humanidad planteada por el sistema de producción para el beneficio irracional y destructivo descansa en la creación de un nuevo e insurgente liderazgo dentro del movimiento obrero internacional—una vanguardia leninista armada con un programa que centre la ira y la energía de centenares de millones de víctimas del capitalismo global en una acción revolucionaria efectiva. La Tendencia Bolchevique Internacional tiene como objetivo la lucha para crear ese instrumento, una Cuarta Internacional refundada, capaz de resolver la crisis histórica de la dirección proletaria, abriendo el camino a la total reconstrucción de la economía global sobre la base de la propiedad colectivizada y la panificación económica, para la satisfacción de las necesidades humanas y no para maximizar el beneficio privado.
1 En abril de 2013, Carla del Ponte, antigua fiscal jefe en dos tribunales internacionales y miembro de una Comisión de Investigación de las Naciones Unidas sobre las acusaciones de anteriores usos de armas químicas en Siria, informóal volver de ese país: “Estaba un poco estupefacta por las primeras indicaciones que obtuvimos…eran sobre el uso de gas nervioso por la oposición” (BBC News, 6 Mayo de 2013). Al mes siguiente, la policía turca detuvo a un grupo de personas trabajando por cuenta de dos grupos rebeldes sirios (El Frente Al Nusra y las Brigadas Ahrar-al-Sham) seis de las cuales fueron posteriormente acusadas de “búsqueda de materiales que pudieran ser usados para producir el altamente tóxico gas sarin” (LA Times, 13 Septiembre 2013).
Los servicios de información alemanes informaron que Al Assad personalmente “había bloqueado las peticiones de sus comandantes militares para usar armas químicas contra los oponentes del régimen en los meses recientes” (Guardian, 9 Septiembre de 2013). Incluso el think-tank Stratfor conectado con la CIA observóque no tenía ningún sentido para el gobierno efectuar tal ataque el mismo día que los inspectores de las Naciones Unidad llegaban a Siria.
El 10 de Septiembre de 2013, military.com, sitio web operado por el Almirante Terry “T” McCrear (que había sido Jefe de Información Naval y miembro de la Junta de Jefes de personal) publicólo siguiente de MintPress News:
“El informe, basado en entrevistas con residentes y rebeldes en Ghouta, un suburbio de Damasco en donde dicen que han muerto centenares por exposición al gas sarin el 21 de agosto, mencionaba declaraciones de residentes que dijeron que el gas fue liberado accidentalmente por rebeldes que lo compraron a Arabia Saudí.
“El padre de un rebelde dijo que su hijo y otros 12 murieron dentro de un túnel que utilizaba para almacenar armas, incluyendo algunas ‘en forma de tubo’ y otras parecidas a ‘bombonas.’”
2 Se da un a cierta ironía histórica en el hecho de que Jomeini, que había sido tutelado por Kashani (su padrino) durante la campaña dirigida por la CIA contra Mossadeq, y continuótrabajando con los Devotos del Islam y sus sucesores, emergiócomo líder de un movimiento de masas reaccionario que depuso al Sha pro-americano, e invirtiósu modernizadora “Revolución Blanca.”
3 A finales de la década de los 70, el modelo para el control imperial de Oriente Medio evolucionó desde un colonialismo a la antigua (en el que las corporaciones imperialistas mantenían sin reservas la titularidad de las posesiones) a un modelo “neocolonial”. Los sauditas y otras monarquías del Golfo “nacionalizaron” de forma nominal las propiedades petroleras, recibiendo una parte sustancial de los inmensos beneficios; pero las multinacionales imperialistas estaban al cargo de la producción, lo que significóque los EE.UU. y sus aliados controlaban de forma efectiva Oriente Medio y sus recursos.
4 El papel del Pentágono en el suministro de armas químicas al régimen de Saddam Hussein ha sido solidamente demostrado:
“Según documentóen 2002 el reportero del Washington Post Michael Dobbs, el gobierno Reagan tenía pleno conocimiento de que estaba vendiendo material a Irak que fue [sic] utilizado para la fabricación de armas químicas, y que Irak estaba usando esas armas, pero los funcionarios norteamericanos estaban mas preocupados por la victoria de Irán que por como podría Irak alcanzar una victoria. ”
…
“En 1988, el líder iraquíSaddam Hussein ordenó ataques con armas químicas contra las fuerzas de resistencia kurdas, pero la relación con Irak en esas fechas fue considerada lo demasiado importante como para efectuar una ruptura por ese motivo. Los Estados Unidos ni siquiera impusieron sanciones.
“Sin mucha ironía aparentemente, dos décadas mas tarde Rumsfeld y otros miembros de la entonces administración George W. Bush citaron repetidamente el uso de armas químicas contra [su] propio pueblo como justificación para invadir Irak.”
(Washington Post, 4 de Septiembre de 2013)
5 En una entrevista con el Daily Beast (6 de Septiembre de 2013), Wolfowitz apoyóla prevista campaña de bombardeos de Obama, basándose en que ello mejoraría la ventaja de estados Unidos en la zona, debido a que la causa de los rebeldes “tiene mas simpatía en el mundo árabe que incluso el enfrentamiento árabe-israelí….Tenemos que apoyar a Israel, pero pagamos un precio por ello. Debiéramos apoyar a la oposición siria, y no tendría coste para nosotros; seríamos recompensados por ello.”
6 El relato de Hersh es ampliamente confirmado por “Unfolding the Future of the Long War-Motivations, Prospects, and Implications for the U.S. Army,” un estudio de 2008 encargado por el ejército de los USA a RAND Corporation. Una subsección titulada “Dividir y Vencer” trataba de las oportunidades potenciales planteadas por la división sectaria: “Los líderes USA podrían elegir capitalizar el ‘Prolongado conflicto chiíta-sunita’ poniéndose del lado de los regímenes sunitas conservadores contra los reforzados movimientos chiítas en el mundo musulmán.&rdquote; Unas páginas después hay una discusión sobre como puede variar el papel del ejército, dependiendo de que el objetivo sea atizar o reprimir las hostilidades religiosas entre sunitas y chiítas:
“Si los Estados Unidos intentar aprovechar el conflicto para evitar tener que enfrentarse a un mundo islámico unido (posiblemente una estrategia poco inteligente), entonces poco papel quedarápara el Ejército. La excepción sería las misiones de la FID (defensa interna en el exterior) para entrenar a las fuerzas de seguridad de las naciones que nos acogen con la posible inserción de consejeros, pero esto podría ser organizado por otras agencias. Los Estados Unidos también pudieran buscar terminar el conflicto mediante fuerzas de pacificación. Ahípodría darse un importante papel del Ejército.
“Una tercera opción sería tomar parte en uno de los lados del conflicto, posiblemente apoyando a los gobiernos sunníes contra la continua hostilidad de Irán. El nivel de compromiso lo marcaría el tipo de operaciones requeridos por el Ejército, que pudiera, en algún extremo, proporcionar transporte de tropas, apoyo logístico, y otros tipos de ayuda, o una implicación directa en el conflicto, lo que puede parecer en parte como una insurgencia y en parte como guerra convencional. A este nivel, el ejército americano podría utilizar sistemas de ataques de precisión y podría emplear de forma equilibrada operaciones agresivas junto con una campaña de operaciones de información.”
7 En su artículo de 2007 del New Yorker antes citado, Seymour Hersh informóde una conversación en Diciembre de 2006 con Walid Jumblatt, líder de la minoría drusa de Líbano y enemigo jurado tanto de Hezbollah como de sus aliados baasistas sirios:
“Jumblatt me dijo entonces que se había entrevistado con el vicepresidente Cheney en Washington la última primavera para discutir, entre otros temas, la posibilidad del derrocamiento de Assad. Él y sus colegas aconsejaron a Cheney que, si los estados Unidos inician un movimiento contra Siria, tendrían que hablar con los miembros de los Hermanos Musulmanes sirios, según Jumblatt.”
8 Los “Amigos de Siria” fueron formados bajo el modelo de los “Amigos de Libia” constituido en 2011 para ayudar a organizar y legitimar los bombardeos “humanitarios” de la OTAN sobre aquel desgraciado país.
9 El 25 de marzo de 2013 informaba el New York Times:
“Con la ayuda de la CIA, los gobiernos árabes y Turquía han aumentado notablemente la ayuda militar a la opositores sirios en recientes meses, extendiendo una línea secreta de transporte de armas y equipo para los rebeldes al régimen del presidente Bashar al-Assad, según los datos de tráfico aéreo, entrevistas con funcionarios de bastantes países y los relatos de los comandantes rebeldes.
“Esa línea de transporte, que comenzóa pequeña escala a principios de 2012 y continuó intermitentemente durante la pasada primavera, crecióen forma de un flujo mas fijo y mas intenso el último año, como demuestran los datos. Ha crecido hasta incluir mas de 160 vuelos militares de aviones de Jordania, Arabia Saudíy Qatar que aterrizan en el aeropuerto de Esenboga, cerca de Ankara y, en menor grado, en otros aeropuertos turcos y jordanos.”